La industria del juego en Brasil es anterior a la Segunda Guerra Mundial, y la mayoría de las actividades se llevan a cabo en casas de juego y casinos. Si bien las apuestas de fútbol florecieron en todo el país, aún no estaban organizadas. En la posguerra se prohibieron los juegos de azar, aparte de la lotería y las carreras. Las apuestas deportivas fueron declaradas oficialmente un delito menor en 1946. Siempre ha habido sospechas sobre las apuestas deportivas en Brasil, ya que nunca han dado ejemplo a los demás en términos de ética en los negocios. Los años 90 fueron una década de auge de las máquinas tragamonedas en el país. Una laguna en la ley permitía que las empresas que los suministraban existieran legalmente, es decir, patrocinaban eventos y equipos deportivos de aficionados.
El gobierno brasileño no tenía idea de que se acercaba la era de Internet. En vista de la delincuencia generalizada en el país, las apuestas deportivas en línea eran especialmente riesgosas. Si bien el estado intentó salvar la situación varias veces a principios de la década de 2000, todas las prohibiciones se volvieron ineficaces. Su primer intento fue prohibir todas las formas de juego en línea, ya que parecía ser lo más fácil de hacer. Pero este absurdo intento no tuvo éxito, ya que era imposible monitorear la implementación de la ley.
Nuevos intentos de prohibir las apuestas en el extranjero
Las autoridades decidieron en 2009 crear un sistema que evitaría que los sitios de juegos ingresaran al país. Al igual que con la prohibición anterior, esta ley también fracasó. Inspirándose en las prácticas internacionales, el gobierno intentó bloquear las transacciones entre los apostadores y las empresas de juego extranjeras en 2010. Esta medida fue para combatir la invasión en línea de las casas de apuestas. Sin embargo, esto no dio resultados a pesar de sus esfuerzos, lo que llevó a las autoridades de Brasil a considerar la siguiente opción.
En 2011 se prohibieron las apuestas con tarjetas de débito/crédito, pero esto disminuyó el flujo de remesas. Las prohibiciones por sí solas claramente no resolvieron el problema. Sin embargo, en una nación con una alta tasa de criminalidad, tampoco hay forma de deshacerse de los controles sobre los juegos de azar.